Desde bebé Nacho acompaña a su familia al aeropuerto. Es un niño simpático y curioso. Va con sus dos hermanas, su papá y su mamá. El padre sube al avión. Se va a trabajar al Sur, embarcado varios meses. Los cuatro se quedan llorando observando. A los tres meses se repite la historia. Solo que ahora esperan gozosos, en el aeropuerto, dando saltos y esperando que papá baje del avión pues viene a pasar unos días a casa, en familia.

Un buen día, en la escuela, le preguntan: –Nacho, ¿tu papá de que trabaja?
Mi papá, -responde el niño convencido- trabaja en un avión.

A la mamá le comentan el hecho. Al regresar a la casa le dice a su hijo: –Nacho, tu papá no trabaja en un avión, sino en un barco. El se baja del avión en otro lugar, lejos, se va al mar, regresa a la tierra y vuelve a tomar el avión…
A lo que Nacho sin dudar un segundo responde: –Mamá, no me intentes convencer si yo sé que papá trabaja en el avión.

Nadie puede convencer a Nacho. Lo intentan las dos hermanas que son un poco mayores que él. Pero no da el brazo a torcer: -¡Papá, trabaja en un avión….!

Mientras pienso, que todos los seres humanos somos como Nacho. Se nos mete una idea en la cabeza y no hay forma de cambiarla. Nos hemos convencido de que es así y ahí damos vueltas y más vueltas sobre el mismo “campo semántico” sin dar ninguna opción de ponerlas en duda. No podemos aceptar que se puede cambiar, transformar las ideas, por muy asentadas que parezcan.

Para que sea real la evolución espiritual y humana del ser humano, éste tiene que ser flexible. La humildad refresca la mente. Al sencillo le entra aire puro que permite una visión renovada de la realidad. La soberbia, el orgullo hacen que nos aferremos como locos a lo aprendido sin dar lugar a lo nuevo.

Nacho, era un niño. Afirmaba lo que podía comprender. Al ir creciendo se dio cuenta de que su papá trabajaba en un barco. A nivel espiritual y humano cuando uno no crece, su estatura es pequeña, su evolución está paralizada. Empeñado en tener razón, en no torcer el brazo, en asegurar lo que aprendió en algún momento sin atreverse a ponerlo a prueba…, es el hombre empeñado en defender que su padre, capitán de barco, trabaja en un avión.

Gumersindo Meiriño Fernández

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