esteban-verellen_8970099637_oA los seres humanos nos gusta sentirnos liberado, no depender de nadie. Aunque luego siempre terminamos dependiendo de alguien o de algo.
El ser humano es dependiente y si no nos apoyamos en el Misterio de Dios, si no somos conscientes de que, como seres espirituales, sin la presencia de Dios en nuestra vida ésta termina diluyéndose en una pendiente que termina en el río del olvido y el sinsentido y terminamos buscando apoyos inútiles.
Esta es la fuerza que movió al santo que celebramos hoy, Francisco Javier. Un hombre valiente, decidido, con una fe que le llevó a cruzar los océanos para compartir su fe con las personas de Oriente, Japón, India…, y la enfermedad no le permitió llegar a China. Solo la fuerza de la fe pudo hacer que Francisco Javier emprendiera esa aventura colosal por esas tierras.

Salmo 123 


Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.