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Cuando hablamos de frutos a nivel espiritual no nos referimos a ser rentable, generar ganancias, sino más bien a recoger esos frutos que han sido sembrados en nuestro corazón desde el mismo momento de nuestra concepción.

Las semillas que hay en nuestro corazón son las del amor, la benevolencia, la paz, la amistad, la solidaridad, la bondad…., que tienen que madurar.

Era una persona mayor, jubilada, en un lugar tranquilo pero había adquirido un compromiso de guía espiritual y de ayuda. En edad avanzada se le declaró una  enfermedad que llevó de forma discreta y que no le impidió seguir trabajando con alegría hasta que se fue. Cuando le preguntaban porque seguía trabajando respondió: ─El trabajo es para lo que estamos en la tierra ─decía─, el trabajo es el amor, sin amor no no vivimos.

El ser humano busca los frutos, pero esos vienen después del trabajo. Hay que preparar la tierra, roturarla, si es necesario regar, abonar…., tantas cosas para que luego lleguen los frutos maduros, sabrosos.

¿Cómo haces tu trabajo? ¿Qué amor pones en las cosas que haces, pequeñas o grandes de cada día?

Es siembra, fíjate que siembras, y sabrás lo que cosecharás.

Hoy fiesta de la Inmaculada Concepción de María. Que Dios te llene de bendiciones.

Salmo 127

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!

Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los dias de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!