Desde Córdoba, llegó el otoño, mi árbol dejando sus hojas poco a poco, imagen de Alejandro Lauret

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis».
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Un día llamaron, en pleno verano y a la hora de la siesta, a la puerta de la casa. Cuando les abrí, quedé sorprendido. Eran seis personas que vivían prácticamente en la calle por problemas de alcohol. Conocía a cinco porque con frecuencia pedían ayuda  pero siempre les había atendido por separado, era la primera vez que los veía juntos. El desconocido, era el cabecilla y el que hablaba en el nombre de los demás dijo: “Nos reunimos en mi casa a conversar. Llegó la hora del almuerzo y nos dio hambre, si nos puede dar algo ….”
Dichos populares: “Dios los cría y ellos se juntan”. «Dime con quién andas y te diré quién eres«.
Decreto para hoy: «Arbol plantado al borde de la acequia da fruto».

También lo puedes escuchar en voz:

Salmo 1

Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos,
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.

Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.

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