Siquén, Sucot, Manasés, Galaad, Edom, Efraím…, grandes tribus y ciudades que cita el salmo, en su relación con Dios. El pueblo de Israel, aprendió que no se construye nada sólido, -ni ciudad, ni cultura, nada…_ sino es contando con Dios. Ni en la historia del pueblo de Israel, ni en la historia del mundo, ni en tu historia personal tampoco…; cuando uno descubre esto brota del corazón, -lo hacen con frecuencia los salmos-, un himno de acción de gracias.
Te propongo este mantra-jaculatoria: “Oh Dios, que todos mis pensamientos, palabras y obras sean bendecidos por tu mano“.
Hasta mañana, bendiciones.
SALMO 108-107
Dios mío, mi corazón está firme,
para ti cantaré y tocaré, gloria mía.
Despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria;
para que se salven tus predilectos,
que tu mano salvadora nos responda.
Dios habló en su santuario:
«Triunfante, ocuparé Siquén,
parcelaré el valle de Sucot;
mío es Galaad, mío Manasés,
Efraín es yelmo de mi cabeza,
Judá es mi cetro;
Moab, una jofaina para lavarme;
sobre Edom echo mi sandalia,
sobre Filistea canto victoria».
Pero, ¿quién me guiará a la plaza fuerte,
quién me conducirá a Edom,
si tú, oh Dios, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas?
Auxílianos contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil.
Con Dios haremos proezas,
él pisoteará a nuestros enemigos.
Con Dios haremos proezas, él pisoteará a nuestros enemigos.