Río Paraná, imagen de Carlos Vitelleschi

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley».
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Las leyes y las normas humanas son discutibles, cambiables. Pero en lo más íntimo de la naturaleza humana, del universo late una armonía que coincide con esa Ley Perfecta. Si nos sintonizamos con ella, la vida empieza a tener calor y color. Como decíamos ayer, sale el Sol.
Hermosa jaculatoria para repetir hoy:»La instrucción del Señor (Adonai) da luz a los ojos«.
Paz y Bien. Bendiciones.
Escúchalo o léelo


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Salmo 18 B

La ley del Señor es perfecta:
devuelve el aliento;
el precepto del Señor es verdadero:
da sabiduría al ignorante;

Los mandatos del Señor son rectos:
alegran el corazón;
la instrucción del Señor es clara:
da luz a los ojos;

El respeto del Señor es puro:
dura para siempre;
los mandamientos del Señor son verdaderos:
justos sin excepción;

Son más valiosos que el oro,
que el metal más fino;
son más dulces que la miel que destila un panal.

Aunque tu servidor se alumbra con ellos
y guardarlos trae gran recompensa,
¿quién se da cuenta de sus propios errores?

Purifícame de culpas ocultas;
del orgullo protege a tu servidor,
para que no me domine.

Entonces seré irreprochable
e inocente de grave pecado.
Que te agraden las palabras de mi boca,
que te plazca el susurro de mi corazón,

¡Señor, Roca mía, Redentor mío!

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