Imagen de Juan Kalderator

Jesús le contestó a la samaritana: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.»
+++
La cierva, del fabuloso salmo de hoy, en busca de agua es el símbolo del ser humano recorriendo los distintos caminos del mundo en busca de agua, de felicidad y plenitud.
Cuando llegas a la fuente, esta no para de manar agua y bebes y bebes, del agua pura y cristalina de la fuente.
Este es uno de los problemas graves del ser humano, distraerse por el camino en espejos de colores y no llegar a la Fuente.
Cuando uno llega a la Fuente, es un Maestro, nada ni nadie le puede atraer ni distraer, la Fuente es una Atracción mucho mayor, calma su sed y muestra con su confianza y fe el camino a otros.
Afirmación: Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo
o esta otra: Como busca la cierva corrientes de agua así mi alma te busca a ti, Dios mío.

Feliz día, amigo-a, como la cierva no dejes de buscar la Fuente.

Hoy es la fiesta de San Andrés, el primer apóstol que siguió a Jesús, si quieres puedes escuchar una reflexión desde el lugar donde se conservan sus restos haciendo clic aquí.

Paz y bien. Léelo o escúchalo:

Salmo 41

Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;

tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de mi Dios?

Las lágrimas son mi pan
de noche y día,
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?»

Recuerdo otros tiempos,
mi alma desfallece de tristeza:
como marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilos y alabanzas,
en el bullicio de la fiesta.

¿Porque te acongojas, alma mía,
porque te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
«salud de mi rostro, Dios mío».

Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo, desde el Jordán y el Hermón
y el monte Menor.

Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.

De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.

Diré a Dios: Roca mía
¿por qué me olvidas?
¿Por que voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?

Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?»

¿Por que te acongojas, alma mía,
por que te turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»

¿Ya conoces nuestro canal de YouTube? ¡Suscríbete!

También te puede interesar,

Fátima: La Sabiduría del Corazón

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *