¡Cómo te ha ido la semana!

Este es un Salmo muy conocido en la iglesia católica, y, sobre todo, por los “curas” que lo cantaban con mucha frecuencia, lo siguen haciendo, en los funerales. Se le llamaba “De profundis” porque así empieza en latín el Salmo “De profundis” (Desde lo hondo).

De esta forma se pedía el perdón y la misericordia para la persona que se despedía. Cantando este salmo se sigue pidiendo por todos los difuntos y personas que abandonan este mundo.

Con estas palabras nos acercamos a Dios, perdón, misericordia.

Tenemos un concepto y unas ideas de Dios que tienen que ir evolucionando, transformándose. Dios es Amor, Compasión,  Perdón, Misericordia…

Recuerdo que, siendo más joven, una vez le presenté a un compañero mío a una persona que era famosa y popular. En varias ocasiones  había manifestado su interés por conocerle y me insistía en que se lo presentase. Después de haberlo conocido y luego de hablar varios minutos con él, me comentó: “pensé que era otra cosa. La verdad no esperaba algo así”.

Solemos tener ideas, pensamientos, conceptos de Dios. Estos tienen que ir evolucionando. Tenemos que ir, poco a poco, tratando a Dios personalmente. A buen seguro que te va a pasar como a este amigo mío de juventud y dirás, “pensé que Dios era de otra forma, me ha sorprendido”. Porque Dios siempre sorprende, cuando uno le conoce personalmente.

Una persona estancada, adocenada, siempre haciendo lo mismo, pensando igual, soñando con lo mismo, repitiendo las mismas manías, las mismas costumbres, que en su interior no hay evolución …., no puede estar cerca de Dios, que es siempre nuevo y renovado.

Dios es pasión, mueve tu vida, la transforma, te hace evolucionar espiritualmente constantemente.

Por eso es conveniente vivir en vigilia, en constante vigilancia, para no perder el ritmo de Dios en nuestra vida.

Desde lo hondo del corazón grita a este Dios Amor, Misericordia, Perdón…, nunca decepciona.

La bendición de Dios Padre y Madre

Gumersindo Meiriño

SALMO 129
  Desde lo hondo a ti grito, señor

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   1Desde lo hondo a ti grito, Señor;
2Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
3Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
4Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
5Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
6mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

7Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
8y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.