gumer.meirino.salmo¿Cómo te ha ido la semana? ¿Será verdad que nos gusta más mirar que observar? ¿Será que preferimos hablar más que escuchar?
Tiene cuarenta y tantos años. Está vestido con chaqueta, corbata, tiene modales y formas elegantes. El pelo reluce. Es alto, delgado, bien parecido. No para de hablar. Me cuenta las situaciones familiares, las del trabajo, los conflictos de su día a día, sus peleas con los hermanos, …. Me hace una pregunta y cuando intento responder, el solo se contesta, sigue la conversación, habla.
Opto por callar y escuchar. Escucho y escucho.
Al final me dice que tiene prisa, que se alegra mucho de haber conversado conmigo. Consigo indicarle, mientras se despide, que anda por buen camino si pone en práctica todo lo que me contó.
Al mes, más o menos, nos volvemos a encontrar. Me comenta: “No sabe lo que me ayudó todo lo que usted me dijo”.
Y pensé para mis adentros: “no dije nada o casi nada. ¿A qué se refiere?”
El sabio escucha, ama el silencio, la paz.
El ignorante habla de lo que sabe y de lo que no sabe.
El que habla, habla, habla se escucha a sí mismo, elige sus caminos y suele equivocarse de ruta.
En las relaciones se evoluciona cuando se escucha.
Las relaciones con los demás, con la familia, los amigos, los vecinos, los compañeros …., serán cordiales si aprendes la magnífica lección del que escucha atento, amable y paciente.
Las relaciones con Dios serán fructíferas si sabes escuchar su voz en el silencio y la paz.
El que escucha la voz de Dios en su corazón acierta el camino.
“Ojalá me escuchase mi pueblo”, dice Dios en este salmo.
Estos días, al menos estos días, recuerda que tienes un sola boca y dos oídos. Escucha el doble de lo que hablas.
Hasta la próxima semana, la bendición de Dios que te escucha atentamente y te habla.

Gumersindo Meiriño

SALMO 80

 2Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
dad vítores al Dios de Jacob:3acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
4tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta.

5Porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
6una norma establecida para José
al salir de la tierra de Egipto.

Oigo     un lenguaje desconocido:
7«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.

8Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

9Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!

10No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
11yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre la boca que te la llene».

12Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
13los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.

14¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
15en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;

16los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
17te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.