Huicholes. Foto Manuel Rodríguez

Los huicholes y tatewari “nuestro el abuelo fuego»

El amigo Sebastián, a Sebastián de Aparicio me refiero, me va presentando nuevos amigos. Por su causa conocí a Manuel, un gallego explorador del mundo wixárrika, en México. Cuando Manuel se enteró que viajé varias veces a este país no podía entender cómo es que no conocía la cultura wixárrika (a nivel popular, los huicholes).

Con Manuel he incursionado en el conocimiento de esta cultura: rica, curiosa y, ahora, famosa en algunos ambientes, por el peyote.

Una de las tradiciones más arraigadas en el mundo wixárrica es el respeto por tatewari, (nuestro abuelo fuego).Así le llaman los huicholes. Ante él se purifican. Él limpia y quema lo impuro que hay dentro del ser humano. Es venerable y respetado. Las distintas comunidades, de este entrañable pueblo (San Andrés, Santa Catalina, San Juan de Bolaños…) lo cuidan y lo mantienen vivo todos los días del año. Para ello nombran unos guardines, al menos dos, que son como los dos bastones que lo sostienen. Tatewari, nuestro abuelo, fuego les acompaña en los momentos importantes de su vida, como son por ejemplo, las peregrinaciones. El mundo wixárrika, peregrina a las cinco direcciones: al norte, sur, este, oeste y al centro, a Teakata, la cueva donde nació el fuego.

En los ritos de muchas culturas y religiones el fuego es importante. También lo es en nuestra cultura cristiana. La gran noche de Pascua, la noche de la Resurrección, la noche de la Gran Purificación bautismal en el agua, comienza con la bendición del fuego y sigue la procesión hasta el templo para celebrar la fiesta más importante del cristianismo, guiados por su luz.

“Tatewari”, no solo es importante para los wixárrika a nivel físico, ─de él depende en buena medida su supervivencia─ sino también a nivel espiritual porque el purifica las heridas de su interior. Hoy, como siempre y en todas las culturas, necesitamos de “tatewari” fuego como purificador. Es ese el motivo por el que hoy acudimos a los psiquiatras, los psicólogos, los confesionarios…, porque el ser humano necesita “echar afuera” las cosas que le pesan en el corazón y en el alma. A nivel familiar se acudía antiguamente a los abuelos para contarles nuestras penas, nuestros proyectos y anhelos, alrededor de los hogares con el fuego encendido….Pero eso siendo importante, el hablar y confesar nuestros fallos, luego se necesita que se cierren las heridas. Eso se consigue con el “abuelo fuego”, que cauteriza, desinfecta, purifica, cura,…

He descubierto con Manuel, ─entre otras cosas─ que las culturas indígenas de México, y las gallegas provenientes de Europa están unidas por “el abuelo” Sebastián de Aparicio y por “tatewari” (nuestro abuelo fuego) de los huicholes.

Gumersindo Meiriño Fernández