Dios Bondad (Bonum)

En otra época estaba de moda llevar una vida virtuosa. El honor, la honra, la bondad eran tenidas como cualidades sumamente apreciadas, dignas de admiración. Entre ellas, la última era la moneda más valorada. Por eso, el ideal del que creía en Dios era comportarse bien. Y se consideraba a Dios la fuente de la bondad. Así, el hombre bondadoso sentía que el Dios bueno lo recompensaba en ella.

Pero en el mundo de hoy, esto no tiene una prensa favorable: el bueno es tenido por ñoño o ingenuo. Actualmente triunfan los vivos, los espabilados. El honor, la honra, la bondad se aprecia cada día menos; el que vale es el hombre triunfador. No preguntemos cómo lo consigue o qué medios utiliza, porque eso actualmente no importa. Lo cierto es que el que tiene un corazón bondadoso y lleno de misericordia ya no es un modelo para imitar.

Por esos motivos, un Dios bueno pertenecería al mundo de los “bobos”, de los “ingenuos”. Según parece, esta mentalidad está impregnada en el creyente actual, que practica la religión y piensa que con unos rezos, unas misas o unos rosarios puede manejar a al Señor, tenerlo de su parte. Estos creyentes piensan que Dios es ingenuo o incluso un “poco estúpido” y que la religión es un “engaña bobos”. De ahí que a este Dios bondad acudan sólo los niños y los ancianos, pero no el hombre triunfador, de trabajo, inteligente y en la plenitud de la vida. A este hombre no le dice nada un Dios así.

Del libro Dios y la Belleza, de Gumersindo Meiriño, De Oriente a Occidente, 2011, 2ed., p. 14
www.editorialdeorienteaoccidente.com

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