Preparar los sentidos
Para escuchar es necesario que haya silencio.
Cuando en un lugar cerrado hay cuarenta personas y todas hablan a la vez, ¿se puede entender lo que dicen?
Si además fuman, gritan, se mueven, miran la tele, escuchan la radio, ¿se pueden percibir los mensajes de Dios? ¿Los sentidos que Dios nos regaló pueden captar alguna insinuación que proceda del Cielo en un ambiente así, de caos, de ruidos torpes y salvajes?
La Palabra de Dios llega a nosotros, pero tenemos que rescatar los cinco sentidos de ese caos. Hacer silencio. Eso significa, apagar todas las demás voces, todos los demás ruidos, todos los demás olores, todo lo que tocamos, vemos y saboreamos, para concentrarnos en lo que verdaderamente tenemos delante: la persona de Jesús.
El yoga, la relajación, los ejercicios de respiración pueden ser de gran ayuda para aquietar todos los sentidos y permitir que la voz de Dios penetre en tu interior con facilidad. El silencio nos conduce a la paz interior. La charlatanería, los jolgorios, las glotonerías, la curiosidad constante y el “chusmerío” traen la dispersión.
Busca el silencio también en la mente. De nada serviría ir al desierto donde sólo se oye el rumor del viento, si tus pensamientos no se aquietan, si la imaginación vuela a cualquier parte. Paz en la mente y en los pensamientos. Tu mente enloquecida por pensamientos del pasado y del futuro no puede recibir el mensaje que Jesús te da en el presente. Evita todo aquello que excite cualquiera de tus sentidos cuando vayas a dialogar con Jesús. Todos deben estar serenos y tranquilos para el encuentro con el Maestro.
Del libro Dios y la Belleza, de Gumersindo Meiriño, De Oriente a Occidente, 2011, 2ed., pp. 51-52
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