Si es conveniente, de vez en cuando, poner guantes en las manos y una vestimenta al cuerpo, como decíamos hace algún tiempo, quizás también nos vendría bien andar desnudos y sin guantes.
Podríamos decir: “Me sacaré los guantes y los vestidos”.

Marciano, que ha cumplido recientemente catorce años, grita enojado, “todo es una hipocresía y una mentira. Mis padres van a la iglesia cogidos de la mano, en las reuniones se besan, se dicen, “mi amor” y otras cosas semejantes. Pero luego llegan a casa y todo son discusiones, peleas…, ¿por qué, -llora mientras grita- son así, tan odiosos?”.
¿Qué quiere decir me sacaré los guantes y mis ropas”.

-¿Usted qué pretende que ande por ahí delante contando mis defectos y los de mi familia? –la que se pone nerviosa ahora es Luciana- no creo que eso sea lo más adecuado.

Sacarse los guantes y el vestido significa, saber quién eres, comportarte como tal, o al menos, intentarlo. No es necesario ir mostrando tus puntos débiles, pero tampoco disimular y aparentar lo que no eres.
Mi padre –el que interrumpe la conversación es Rodri- es como una serpiente que se mueve en medio de olores y colores de rosas, se viste muy hermoso, con ropa de marca, pero luego por atrás mira cómo sacar ventaja al que tiene delante y sino puede intenta bajarlo del pedestal, humillándolo con su fina ironía…, es un maestro en el uso de palabras lindas mensajes venenosos. A la mentira la viste de seda.
Andar desnudo y sin guantes es abrir el corazón con sinceridad. Expresar lo que uno siente con las manos limpias, mirar a los ojos a tus compañeros de trabajo y a las personas con las que te encuentras. Mostrar lo mejor de cada uno sin disimulos, con naturalidad y sencillez, como hacen los niños. Es abrazar, sonreír, alegrarse por el bien del otro. Y, ¿por qué no? arriesgarse a estar un poco expuesto a los que tienen mala intención y se burlan de ti.

Andar sin guantes y desnudos significa abrir y ofrecer tu mano para estrecharla con los que van a tu lado; es mostrarte cómo eres, con naturalidad porque no tienes nada para esconder.

Gumersindo Meiriño Fernández

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