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Ahora está prohibido ir en el asiento de atrás del conductor sin ponerse el cinturón. Pero antes no era así y los niños nos poníamos de rodillas en el asiento de atrás del auto y mirábamos el paisaje y la carretera que íbamos dejando atrás.

Me cuentan lo siguiente: “El otro día me fui con un amigo que estaba pasando un periodo de reflexión y discernimiento profundo. Decidimos pasar los días juntos, alejados del mundanal ruido para conversar y analizar, desde la paz, la situación. Él manejaba el auto y yo iba de copiloto. El lugar de destino era un monasterio. Cuando llegamos estaba cerrado” a cal y  canto” y no pudimos entrar.

Empezamos a dar vueltas. Mi amigo me llevó por distintos sitios. Y recordaba cuando era niño y había ido con su familia a veranear en aquel lugar, como siendo joven conoció una chica en este otro lugar. No sé cuántos kilómetros dando vueltas y más vueltas alrededor de una ciudad porque me quería enseñar dónde iba a comer pulpo con unos compañeros de trabajo, dónde jugó al fútbol con no sé quién …

Una jornada agotadora. Alrededor de las siete de la tarde mi cabeza estallaba, empezó a darme vueltas, a dolerme y a pesarme. Le pedí  a mi querido amigo que parara el auto y me invitara a tomar café porque tenía que tomarme un calmante para los dolores.

Una vez tomado el calmante analizamos el día que pasamos juntos y el por qué me había llevado a tal sitio y a tal otro. Respondió que había sido por inercia. Pero que le gustaba recordar cosas del pasado y que en esas zonas la conocía había estado de niño, de adolescente con su primera novia y con sus amigos de la infancia …

Entonces me vino a la cabeza lo del niño en el asiento de atrás y se lo expliqué. “En el fondo tu problema pasa por ahí, todavía eres infantil, niño. No quieres manejar el barco de tu vida, prefieres y buscas que otro lo conduzca a ti, te gusta mirar para atrás, no te gusta crecer. Todavía sueñas con andar en pantalón corto, con chicle en la boca y subirse al asiento de atrás, ponerte de rodillas y mirar por el cristal hacia lo que ya pasó. Este día tiene que servirte para eso, para que asumas que has crecido y que ahora eres tú el chófer. Creciste el que tiene que manejar el coche eres tú, el que pone los pantalones largos, el agarra el volante con las dos manos, aprieta el acelerador o el freno, el que pone las marchas al automóvil y decides a qué lugar quieres ir…, ese eres tú. Hoy lo único que has hecho es mirar hacia atrás con pantalones cortos y recorrer el pasado de tu vida. En realidad, has perdido el día y me lo has hecho perder inútilmente, a no ser que despiertes de una vez.

Mi amigo tenía el café entero y me miraba con los ojos abiertos. La pesadez de la cabeza cesó. Salimos del solitario bar, en el que paramos al borde de la ruta. Me pidió que manejara el auto. El se subió al asiento de atrás se puso de rodillas mirando por la ventana y, de pronto se echó a reír a carcajadas y luego comentó: “Tienes razón es hora de mirar para adelante y dejar de ser el niño que mira desde el asiento de atrás”.

Gumersindo Meiriño Fernández

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2 thoughts on “El niño que mira desde el asiento de atrás

  1. Cuánta verdad!
    A veces, nos aferramos al pasado, sin darnos cuenta…
    Buena reflexión.
    GRACIAS!

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