Garú relajado a la puerta de su casa en Villa General Belgrano, Imagen de Karina de Faimberg

No sé muy quién es –sí descubrí es un personaje de un dibujito o de un comic sale según me explica Johana–, Garu. El Garu que yo conozco es un perro hermoso, tranquilo, con linda mirada que pasa delante de mí agotado, cansado, a veces, tembloroso.

Entonces le pregunto a una niña de unos seis años –Johana– que no deja de correr detrás de él: –¿le pasa algo?

-Nada especial, –me responde Karina, la madre de Johana– solo los años, tiene más de veinte años. Y ahora el veterinario nos dice que no le funcionan los riñones.

A los pocos días después de ver cómo Johana y sus hermanitos le preparan la comida, le miman, la pequeña de las chicas se acuesta a su lado, le acaricia. Mientras Garu le mira y se deja llevar porque está tan anciano que le cuesta hasta respirar.

Al día siguiente pregunto: ­–¿Cómo está Garu?

Garu se fue. –me comenta Karina­– La pequeña, Johana, le hizo una carta de despedida que depositó donde dejamos su cuerpo, si quiere se la leo o se la paso por whsatapp.

Pues claro.

Karina busca en el celular donde guarda la foto de una carta manuscrita con letra grande y clara donde puedo leer.

Garu vos fuiste un perrito super sano y super feliz. Pero ahora estás muy viejito y muy enfermito. Por favor, no te aferres a nosotros, porque vos y nosotros sufrimos mucho porque hay partes de tu organismo que no funcionan. Vos prometeme que vas a hacer el viaje al cielo, puede que te dé miedo porque nunca has ido, pero ahí vas a estar sanito. Vas a poder caminar, correr, saltar, jugar. Vos desde el cielo nos vas a poder cuidar y mirar. Mamá, papá…, (cita toda la familia) nos vamos a reencontrar en el cielo y nos vamos a mimar mucho.

Garu nosotros siempre te vamos a llevar en el corazón y nunca te vamos a olvidar. Yo y todos queremos que viajes tranquilo porque todos TE AMAMOS UN MONTÓN, te ADORAMOS UN MONTÓN y todo lo que se trata de amor es para vos. (Aquí en este espacio hay un montón de pequeños corazoncitos dibujados a mano que rodean unas palabras, una firma y luego termina el escrito con una expresión). TE AMAMOS.

Es la carta de una niña que despide a la mascota que le acompañó desde que nació.

Tengo para mí que es una forma dulce y tierna de despedir a alguien a quien se ama de verdad.

Más allá de la ternura de estas palabras, de su encanto e ingenuidad, –propias de la edad–, hay una profunda sabiduría, de cómo –a pesar del dolor–, el amor está por encima. De cómo el deseo de que el otro, –al que amamos–, esté bien, supera el sufrimiento.

Mientras releo la carta de Johana observo cómo sale corriendo detrás de su perrita, Atenea.
–¡Qué bien se lo tomó!– comenta su madre.
Sí, Karina, –le respondo a la madre– es una niña sabia, con alma grande. Despidió a su mascota pero la vida sigue.

Gracias Garu por los días compartidos. Gracias Johana por esa sabiduría y generosidad del alma que brotó de tu corazón al despedir a Garu.

¡Paz y Alegría!

Gumersindo Meiriño Fernández

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