Jacana entre la verde hierba, detalle de una imagen de Esteban Verellén

Pienso que la hierba es azul, tú, ¿qué opinas?
Te voy a explicar brevemente –y no pretendo tener razón– que la hierba es azul, con una vieja fábula:

El burro le dijo al tigre: – La hierba es azul. 

El tigre respondió: – No, la hierba es verde. 

La discusión se calentó, y los dos decidieron someterlo a un arbitraje, y para ello concurrieron ante el león, el Rey de la Selva. Ya antes de llegar al claro del bosque, donde el león estaba sentado en su trono, el burro empezó a gritar: – Su Alteza, ¿es cierto que la hierba es azul? 

El león respondió: – Cierto, la hierba es azul. 

El burro se apresuró y continuó: – El tigre no está de acuerdo conmigo y me contradice y molesta, por favor, castígalo. 

El rey entonces declaró: – El tigre será castigado con cinco años de silencio. 

El burro saltó alegremente y siguió su camino, contento y repitiendo: – La hierba es azul… 

El tigre aceptó su castigo, pero antes le preguntó al león: – Su Majestad, ¿por qué me ha castigado?, después de todo, la hierba es verde. 

El león respondió: – De hecho, la hierba es verde. 

El tigre preguntó: – Entonces, ¿por qué me castigas?

El león respondió:

– Eso no tiene nada que ver con la pregunta de si la hierba es azul o verde. El castigo se debe a que no es posible que una criatura valiente e inteligente como tú pierda tiempo discutiendo con un burro, y encima venga a molestarme a mí con esa pregunta.

Moraleja: «No discutas con burros»

Ahora, –terminó la fábula– te pregunto, haz el favor de responder con sinceridad: ¿De qué color es la hierba?

Tener razón y discutir sin descanso hasta salir con la tuya es uno de los mayores signos de que el EGO, –también le puedes llamar soberbia– tiene un alto grado de estima en tu vida.

Cuando era universitario joven. Un día encontré a un compañero de estudios –real como la vida misma– con un moretón en un ojo. Le pregunté el motivo, me respondió: –Me pelee con un estúpido que me dijo que tal programa de radio no era independiente y yo intenté explicarle que sí, como no me entendía nos peleamos.

Terminó con el ojo amoratado porque el pobre no descubrió todavía que “la hierba es azul”.

Estacionamiento de un establecimiento de un país cualquiera –real como la vida misma– dos autos de “alta gama” se tocan, delante de nuestras caras. No se produce absolutamente ningún daño, nada, ni un solo rasguño, pero ahí permanecían uno al lado del otro juntitos. Salen las dos familias de sus respectivos coches y discuten acaloradamente. Nosotros regresamos unas tres horas después de hacer el recorrido por el establecimiento. Cuando vamos a retirar nuestro auto del aparcamiento, allí seguían las dos familias –unas nueve personas– rodeando sus “máquinas”, sin moverse y la gendarmería tomando nota de lo que decían cada parte del suceso. Cuando pasaba escuché que un gendarme le decía a parte a uno de sus compañeros: ¡Qué gente más estúpida!

Y el gendarme tenía razón porque las dos familias no sabían –lamentablemente– que la hierba es azul.

A ti, ¿qué te parece?, ¿de qué color es la hierba?.
Garantizado: La hierba es azul.

Otra moraleja: «No tiréis margaritas a los cerdos».

Gumersindo Meiriño Fernández

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