Me habla rápido, concreto, preciso y, –por esta vez, muy tranquilo. Con mate en la mano, del que previamente ha sacado el polvo y ha mezclado una serie de hierbas naturales. Pide permiso, se levanta y regresa al minuto diciendo: –Disculpa pero al mate le pongo un poco de estevia (en guaraní se dice Ka`a he`e «hierba dulce») para que al empezar no sea tan amargo.
Mientras compartimos el mate (por cierto exquisito) hablamos: –Yo, estos últimos años me muevo con cuatro principios fundamentales que me han dado buen resultado. Son como los cuatro pilares sobre las que se asienta mi vida. Descanso sobre ellos. Son como las patas de la silla sobre la que me siento cada día.
Me pasa el mate, se acomoda en la silla, mientras escuchamos el canto de los pájaros sobre nuestra cabeza y continua:
–El primer pilar: Nada, nada de lo que hemos vivido hasta este mismísimo instante, nada podemos cambiar. No vale la pena estar reprochándose por algo que ya pasó. Sí, sobre todo, es negativo peor todavía. Si se trata de nosotros mismos podemos pedir perdón por aquello en lo que hemos podido ser mejores. Aunque también es verdad que pudimos haber sido peores. Y si, sí es un recuerdo bueno…, si es un recuerdo que te traiga alegría, ahí sí puedes traerlo un tiempito al presente…
Le devuelvo el mate. Lo toma y continua:
–Segundo: Todo lo que no tiene solución, entregárselo a Dios e intento sepultarlo a los pies de la cruz Jesús y sellarlo con su sangre. Este es el más difícil para mí.
Tercero: Convertir todo lo que me pre-ocupa en ocupación, respetando los tiempos. Automáticamente la pre-ocupación desaparece No tengo pre–ocupaciones, solo ocupaciones. Ejemplo. Voy con mi señora a la fiesta. Y empieza a decirme: “¿estará bien Julián, nuestro hijo pequeño?. ¿Tomaría el remedio que le dejé a la abuela…?” Entonces le digo a mi señora. Está bien ocupémonos del asunto tomemos el auto y vayamos a ver si está bien; cuando sepamos a ciencia cierta que ha tomado el remedio regresamos para estar cien por cien en la fiesta y disfrutarla. Pero deja ya de preguntar y pensar en el pequeño Julián…
–Estoy de acuerdo, Hugo– le digo.
–Cuarto pilar estar cien por cien en el lugar, por más que tengamos cosas que resolver. Estar en el aquí y ahora plenamente. Si voy a una cena; estoy disfrutando de la cena, si me acuerdo de algún tema de trabajo lo dejo para el día siguiente .
Y concluye, mientras, de nuevo me ofrece el mate y los pajarillos que llenan los árboles nos aturden con un concierto de sonidos:
–Me están dando resultado. Descanso y vivo mucho mejor.
Mientras se aleja viene a mi memoria una oración que leí por primera vez en el Santuario de Lourdes en Francia, en un cuadro de un comedor que dice así: Señor, dame paciencia para sobrellevar las cosas que no tienen solución; dame fortaleza para resolver las que tienen solución. Señor, dame sabiduría, para saber separar unas de otras.
Gracias por los mates y por compartir los cuatro pilares sobre los que descansas actualmente: las cuatro patas de la silla de Hugo.
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