Hace unos años, por motivos de trabajo, hicimos el Camino del Inca. Una investigación sobre la cultura, la espiritualidad, la forma de manejar la energía de los pueblos primitivos de esta zona de América del Sur. El punto de partida fue Corrientes capital, –aunque ya habíamos viajado desde de Santo Tomé y ya habíamos recorrido más de 400 km.– con un grupo de personas que nos acompañó el primer tramo de este Camino.
Ahora, para que se pueda entender un poquito mejor, dónde y cómo «el ángel de los kilómetros», –le vamos a llamar así– me dejó el mensaje te invito a compartir el viaje.
Salimos de la capital de Corrientes hacia Salta, en Argentina. Unos 832 km. En Salta nos fuimos hasta la frontera del país con Bolivia, a una ciudad llamada La Quiaca. Antes, por supuesto, pasamos por lugares interesantes relacionadas con la investigación, Jujuy, Purmamarca, Tilcara, Humahuaca. Hay que añadir de Salta a la Quiaca unos 405 Km. Ahí cruzamos la frontera, a pie, a Villazón, en Bolivia. De Villazón partimos en tren a Ouro, pasando por el salar de Ulluny, unos 600 km. De Oruro salimos para la capital de Bolivia, La Paz, sumemos 226 km. más. Ahí en La Paz, entre otras actividades, conocimos el mercado de las Brujas, –aunque ya habíamos estado en otros similares como por ejemplo el mercado de las brujas de Oruro– y la ciudad preincaica de Tiwuanacu, capital del Estado tiahuanacota. De la capital de Bolivia salimos para otra gran ciudad histórica, Cusco, ésta ya en Perú, después de recorrer unos 667 km. En Cusco conocimos las ciudades precolombinas, sin que faltara Aguas Calientes, Ollantaytambo y el famoso Machu Picchu, después de pasar por Copacabana (Bolivia), el lago Titicaca y la islas: la isla del Sol, la isla de la Luna y las islas flotantes de los Uros.
De Cusco nos fuimos a Lima la capital de Perú, unos 1107 km. Aunque luego subimos a Ecuador y de Ecuador pasamos por Chile, –uno de los lugares fue San Pedro de Atacama– para luego regresar por otra ruta a Argentina, quedémonos aquí, por unos momentos, en el autobús que va de Lima a Ecuador.
Luego de pasar Máncora, –cuidad costera peruana situada ya más cerca de Ecuador– iba pensativo en el bus, tomando mis notas, recordando algunos hechos, algunas vivencias y enseñanzas. En alguna parada, –no recuerdo de qué ciudad– subió un hombre, con chaqueta de vestir, con zapatos negros y ropa bastante formal. Se sentó justo en el asiento de nuestro lado, en la parte alta del autobús. Recuerdo que era «rellenito» y corpulento porque casi ocupaba los dos asientos, aunque al ir solo casi se recostó en lugar de sentarse.
Mis pensamientos entonces volaron al día que habíamos salido de santo Tomé, de cuántos kilómetros habríamos hecho, de que estaba un poco, –o un mucho– de cansado. Pensaba si no hubiera sido mejor hacer el viaje en varios tramos o, incluso algunos desplazamientos en avión. Me entró una especie de «flojera» y mi mente, –la loca mente, la loca da la casa– quería quejarse de que eran demasiados kilómetros. Y la mente se decía: Y, sobre todo, estos kilómetros de Máncora, Ecuador, Chile, ¿no pudimos haberlos evitado?. Y entonces el señor me saludó. Yo le respondí y me sacó de mis pensamientos.
En algún momento empezamos a hablar distendidamente. No recuerdo el tipo de conversación. Pero salió el tema de su trabajo y me contó lo que hacía. El era el delegado de no sé que productos de semillas de campo. Y empezó a darme detalles. Me contó que este viaje lo hacía muy frecuentemente. Y que venía de una localidad que está más abajo de Santiago de Chile (de la capital chilena a Máncora hay más de ¡cuatro mil kilómetros!). El buen hombre era chileno –no recuerdo que me dijera su nombre– y hacía este recorrido dos o tres veces al mes.
Mientras seguía con el relato: esa noche cenaba con unos clientes en no sé qué lugar, se levantaba temprano, tomaba de nuevo el autobús a la mañana a primera hora para tener una reunión el mediodía en no sé qué otra ciudad; a la noche volvía a tomar el autobús para ir a no sé qué lugar, pero que tenía que darse prisa porque quería regresar a Chile para pasar el fin de semana con su familia, y que a la semana siguiente volvía a salir de viaje en el autobús, pero haciendo otra ruta. Todo un recorrido de ¡uff no sé ni cuántos kilómetros cada siete días. Su vida de trabajo, lo pasaba casi el noventa por ciento sentado en el autobús.
Mi «mente loca» no sabía qué decir, cuando el buen hombre, se despidió y bajó del autobús.
Miré a María que estaba a mi lado. Y ella me dijo: –Sí que hablaba este hombre.
–Sí, –le contesté– me estuvo hablando de los kilómetros que hace a la semana en el autobús, para realizar su trabajo. Muchísimos kilómetros. Además es vendedor de semillas para el campo, está acostumbrado a conversar con mucha gente.
–¿Y para qué te contó todo eso?
Me encogí de hombros y no dije nada. Empecé a hacer una oración de acción de gracias por la posibilidad de recorrer estos bellos lugares en los que se sembraron semillas de una ancestral cultura que, en parte, siguen vivas hoy entre sus gentes y pueden dar luz a la humanidad. Creo que a continuación me dormí.
Cuando las dudas inundan la «mente loca» si estás atento, muchas veces te llegarán señales, mensajes, porque es es el lenguaje de los ángeles.
¿Te preguntas continuamente por los inconvenientes y esfuerzos de tu vida, de tu trabajo, del costo en las relaciones personales? ¿Te gusta quejarte continuamente de las cosas del día a día o de las «sorpresas» que te proponiendo tu existencia personal?.
¡Quizás te parezca trivial! ¡Quizás pueda que a algunas veces los ángeles envíen mensajes de otras maneras! ¡Quizás!
Me quedo todavía hoy un poco sorprendido de cómo ellos «hablan», envían avisos de formas concretas y sencillas.
¡Quizás sea mi forma de entenderlos y no es así para todos!
¡Quizás!
Paz y Bien. Paz y Alegría
Sobre viajes ya el ángel me hizo llegar un mensaje ¿similar? que ya está contado en otro lugar, si quieres leerlo haz click aquí.
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