
No creo que sea una idea novedosa. Tampoco la propongo como tal. Pero ha sido de mi agrado leer este párrafo en el que se nos recuerda que la mayoría de nosotros somos multimillonarios y lo hemos olvidado por completo. El texto es de Malala, la persona más joven de la historia en recibir el Premio Nobel, en concreto, el de la Paz. A los quince años un terrorista talibán le disparó a quemarropa dejándola muy mal herida. Una de las secuelas fue la pérdida de audición que fue recuperando, aunque no del todo. Esto escribía, cuando recordaba la convalecencia, en la que luchaba por no perder su oído:
Los seres humanos no nos damos cuenta de lo grande que es Dios. Nos ha dado un cerebro extraordinario y un corazón bondadoso y sensible. Nos ha concedido dos labios para hablar y expresar nuestros sentimientos, dos ojos para ver el mundo, dos pies para recorrer el camino de la vida, dos manos que trabajan para nosotros, una nariz que percibe la belleza de la fragancia y dos oídos para escuchar las palabras de amor. Como yo descubrí con mi oído, nadie se da cuenta de cuánto poder tiene en cada órgano hasta que pierde alguno. Doy gracias a Alá.
Sumergidos en el mundo del ruido, de la velocidad, de la prisa, de la abundancia terminamos por mirar la punta del dedo que lo señala y nos perdemos el bosque. Extraviamos la vista dejando en la penumbra lo esencial, para mirar lo accidental, lo poco importante. A veces, ─¡cierto Malala! ─ no nos damos cuenta.
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