Me cuenta: –Ya no sé qué hacer con mi mamá. Si no es por una cosa es por otra, siempre aparece para decirme lo que está bien y lo que está mal. Que la carrera que elegí fue la equivocada, que mi marido es un inútil, que no sé cómo me casé con él, que cómo voy a aceptar un trabajo lejos de la familia, qué mal educo a mis hijos…, ¿no sé qué hacer con mi madre?
El rol de la madre es un tema delicado, tan delicado… En mi llegada y primeros movimientos por Argentina, –también por otros países de Sudamérica, aunque no puedo localizar si con la misma intensidad– me asombró ver que en todas las ciudades, hay el monumento a la madre.
Viene a mi memoria algunos hechos de madres famosas. La primera de hace unos miles de años, de antes de la época cristiana. Se llamaba Rebeca, era la mujer de Isaac. Tuvieron dos hijos mellizos: Easú y Jacob. Aunque Esaú salió primero y, por tanto, era el primogénito, con derecho a sucesión y a dirigir el clan familiar. Pues bien, Raquel tenía debilidad por el más pequeño, por Jacob. Cuando Isaac era anciano y no veía muy bien, ni los demás sentidos le respondían adecuadamente, Raquel urdió un plan para que la herencia, –no viene a cuento los detalles por la falta de espacio, aunque recuerden el dicho popular «vendió su herencia por un plato de lentejas» porque viene de este hcecho– pasara a manos de su preferido Jacob.
¿Qué hacer con esta mamá? ¿Qué hacer con la mamá de Jacob?
Unos siglos más tarde, la madre de los hijos del Trueno, es decir, la madre de Santiago y Juan, dos de los apóstoles, se acercó a Jesús y le dijo: —Te pido, que permitas que, en tu reino, mis dos hijos se sienten en lugares de honor a tu lado, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
¿Qué hacer con esta mamá? ¿Qué hacer con la mamá de los “hijos del trueno”?
¿A dónde quiero llegar?
Solo recordarme una sencilla enseñanza para mí y para todos los hijos que alguna vez se han dicho en su interior, ¡no sé que hacer con mi mamá!
Todos los seres humanos venimos a aprender algo de nuestras madres. Todos. Sean cuáles sean las circunstancias, todos tenemos una relación especial con ellas. Más allá de las entornos humanos, sociales, culturales, históricos etc., aprendemos parte de nuestra misión en la existencia en lo que «hacemos con mamá«.
De ahí se deduce una actitud de respeto y agradecimiento. Eso no significa de servilismo y de fanatismo. Hasta las madres tienen sus defectos y muchos. Para ello ha de respetarse uno a sí mismo, para luego respetar al otro, (el «otro» más cercanos es la madre). Lo cual quiere decir que hay que ayudar a la madre a que acepte los nuevos roles que le corresponden en la medida que los hijos van creciendo. ¡Respeto sí!, pero dejarse invadir, manipular, atención, ¡no!
Es parte de mi aprendizaje, del tuyo y del de cada ser humano. Curiosamente este mes por distintas circunstancias he visto dos películas que tocaban este tema de alguna manera; les dejo el enlace por si alguno las quiere ver. Son ligeras, simpáticas, llevaderas y con algún que otro mensaje que puede dar que pensar.
https://www.deoao.org/cine-para-disfrutar-y-pensar/un-verano-en-marrakesh.html
https://www.deoao.org/cine-para-disfrutar-y-pensar/una-nieta-para-mi-madre.html
Se titulan Una nieta para mi madre
y
Hasta la próxima semana
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Te invito a leer este cuento de Gibrán sobre este tema es realmente iluminador,
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