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¡Soy Islam!

Tengo grabada con fuego la primera vez que escuché la voz de Emilio Galindo y, sobre todo, la frase que citó en varias ocasiones ese día: “El Islam me convirtió al cristianismo”.

El profesor que me explicaba las matemáticas de la secundaria repetía insistentemente la misma frase: “la ignorancia es muy atrevida”. Cuando Emilio decía que el Islam le había convertido al cristianismo, insistía una y otra vez en que muchos hablan de esta religión sin conocimiento, con mucha ignorancia, que la juzgan y no tienen idea de lo que dicen. “Como el Islam es una gran religión que profesan miles de millones de personas, –comentaba Galindo–, me comprometí a estudiar la realidad del Islam para cuando saliese el tema, hablar con conocimiento de causa; es así que, “me convertí” al Islam”, o incluso mejor, el Islam me convirtió al cristianismo.

Como escribía un autor árabe: “El verdadero musulmán, habiendo renunciado a todo asidero doctrinal y a todo dogmatismo, está constantemente aprendiendo a caminar sobre el Abismo y a poner completamente su confianza en el Señor de los mundos, Aquel que lo sustenta todo y que es el entramado mismo de la Realidad… Mi religión, en el caso de que el dhin (camino) lo sea, sería definible únicamente como sometimiento a Dios y a lo que de Él me llega a través de sus signos y esos signos están en todo lo creado”.

Desde este punto de vista, se entiende al musulmán, tal y como lo manifiesta la misma definición de la palabra “islam”, como «el sometido a Dios, a Alá”. Y estos son los verdaderos cristianos, los verdaderos hindúes, musulmanes o budistas, los que son capaces de vivir de acuerdo a lo que Dios les dicta, amando a los seres humanos y respetando a los demás como hermanos, por encima de dogmas, leyes o presiones de cualquier tipo. En ese sentido, el musulmán es un ser libre, al que no se pueden poner los grilletes del miedo o la pusilanimidad.

Por ello, no es extraño que de esa raíz del Islam hayan salido personas como Rumi, como Ibn Arabi, haz click aquí …, y otros muchos “santos musulmanes” que lucharon contra corriente dentro de su religión porque no eran comprendidos, no se sometían a hombres y leyes de hombres, sino solo a Dios.

En este sentido, yo “me convierto en musulmán” porque sin dejar de ser cristiano, mi máxima aspiración es poner toda mi vida a disposición de Dios. Desde esa postura es fácil decir que no existe blanco o negro, musulmán, hindú, budista, cristiano o ateo. Solo existe una raza, la de los “Islam”, la de los «sometidos a Dios», la de los hijos de Dios, todos hermanos en un mismo Padre, llamado Dios o Alá …, porque a Dios no se le puede encerrar en un nombre ni en unas ideas.

Como cristiano oro con las palabras de Jesús, “hágase tu voluntad en la tierra como en los cielos“, en ese sentido, también soy un sometido a Dios, también soy “Islam”.

Gumersindo Meiriño Fernández

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