Es difícil al ser humano los sufrimientos de los inocentes. No se puede comprender por qué niños pasan hambre, frío, son utilizados como animales e incluso tienen experiencias fuertes en su más tierna infancia.
Niños que pierden la inocencia por las maldades de otros seres humanos que deberían ser sus protectores y guías.
Al recordar a esos niños inocentes que, según el Evangelio, murieron por orden de Herodes, tengamos presentes en la oración a los que sufren hoy en día en nuestra cultura, son maltratados o vilipendiados de su llegada al planeta tierra.
Al mismo tiempo pedimos que en nuestra vida siempre haya esa inocencia que nos hace ver a los demás con ojos compasivos, misericordiosos. Porque Herodes, rey tirano y violento fue derrocado, mientras que el reinado de la inocencia, la humildad, la sencillez y el amor perdura, no son derribados para siempre. Al final, la crueldad y la maldad no pueden con la inocencia y el amor.
Feliz día, hasta mañana.
Salmo 59-58
Líbrame de mis enemigos, Dios mío,
defiéndeme de mis agresores,
líbrame de los malhechores,
sálvame de los sanguinarios.
Mira cómo me están acechando:
los poderosos conspiran contra mí,
sin que yo haya pecado ni faltado, Señor,
y ni siquiera exista culpa en mí,
corren y toman posiciones.
¡Levántate, ven a mi encuentro, mira,
tú, Señor Dios Todopoderoso,
Dios de Israel!
Despierta para castigar a los paganos,
no te apiades de los traidores inicuos.
Vuelven al atardecer,
aullando como perros,
merodean por la ciudad.
Mira, de su boca fluye baba,
de sus labios espadas:
¿Quién nos oirá?
Pero tú, Señor, te ríes de ellos,
te burlas de los paganos.
Fortaleza mía, por ti velo,
porque mi alcázar es Dios.
Que mi Dios fiel salga a mi encuentro,
y yo vea la derrota de mis difamadores.
¡No los mates, que mi pueblo no lo olvide;
que vaguen lejos de su fortaleza,
humíllalos, Señor, escudo nuestro!
Por el pecado de su boca,
por el chismorreo de sus labios
queden atrapados en su orgullo,
por la mentira y maldición que profieren.
¡Destrúyelos con tu furor,
destrúyelos, que dejen de existir!;
y se reconozca que Dios gobierna
desde Jacob hasta los confines de la tierra.
Vuelven al atardecer,
aullando como perros,
merodean por la ciudad.
Vagabundean, buscando comida,
si no se hartan, no se retiran.
Yo, en cambio, cantaré tu fuerza,
proclamaré por la mañana tu amor,
porque fuiste mi fortaleza
y un refugio en el día de la angustia.
Fortaleza mía, por ti velo,
porque mi alcázar es Dios, mi Dios fiel.