
Este salmo tiene primero una maldición y luego una bendición y antes, una invitación:
Para los que se burlan del fiel, del amigo de Dios, llegará la confusión. Para los que confiesan la grandeza de Dios, la bendición. Y una súplica final: «Adonai (Señor) ¡No tardes!». Es una buena indicación para el místico, que está siempre en vela, en estado de «espera» activa.
Mantra- jaculatoria- decreto: Tú eres mi auxilio y liberación.
Paz y Alegría, hasta mañana.
Salmo 69
Dios mío, ven en mi auxilio
Dios mío, dígnate a librarme;
Señor, date prisa en socorrerme.
Sufran una derrota ignominiosa
los que me persiguen a muerte;
vuelvan la espalda afrentados
los que traman mi daño;
que se retiren avergonzados
los que se ríen de mí.
Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
y digan siempre: «Dios es grande»,
los que desean tu salvación.
Yo soy pobre y desgraciado:
Dios mío, socórreme,
que tú eres mi auxilio y mi liberación.
¡Señor, no tardes!