Una de las personas me escribe: —Recibo cada día el salmo que nos envían. Pero no entiendo porqué le dan tanta importancia. Si rezo el Salmo, ¿se solucionan mis problemas?

Respondo: —Los salmos no producen efectos mágicos pero, en sí mismos, contienen palabras fuertes. Son cuchillos que cruzan el viento y llaman a las puertas de la trascendencia.

Ten en cuenta que los Salmos están escritos hace miles de años. Eso quiere decir que el lenguaje es simbólico, que muchas veces no entenderás del todo el significado, que deberás indagar, preguntar, averiguar; pero, sobre todo, decirlos con fe y sabiendo que dejarán en tu alma una impronta, ¡algo! No son palabras huecas, sin sentido.

Cuando los recites no tengas prisa, hazlo con pausa, saboreando cada palabra.

Otra persona me comentaba: —¿No es más fácil y más entendibles otras oraciones más modernas? —Claro que sí, le contesto, cada uno tiene sus modos y formas de conectarse con Dios, busca la que te sea mejor. De todos modos recuerda algo esencial: te estás uniendo al rey David, y a todo el coro de místicos de todas las religiones que han utilizado esas mismas palabras.

¿Quieres conocerlos?

Estos son solo algunos de los que usaron las mismas palabras que tú: San Agustín, San Benito, San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola, San Pío de Pieltracina, San Antonio, San Josemaría, Beato Juan Pablo II, San Juan de la Cruz, la Madre Teresa de Calcuta, sin contar los millones de imanes, rabinos, personas de las tres religiones abrahámicas que los usan en sus oraciones, y que el mismo Jesús los utilizó todos los días para comunicarse con Dios. El libro de los salmos era el libro de oración fundamental de Jesús de Nazareth. Mientras recitas los salmos te unes de forma especial a él.

Una vez que entras en la dinámica de los Salmos dichos con atención, con amor, se te unen esos y otros millones de personas. La fuerza de tus palabras se multiplica mucho más que la fuerza del átomo. Es una explosión espiritual y mística poderosa, más que la bomba atómica. Los Salmos son capaces de destruir la oscuridad y de eliminar otros enemigos poderosos como la ira, la venganza, el odio, la desesperación, la angustia, la tristeza, la amargura, la pereza …

Las palabras místicas tienen una fuerza desconocida para los inmersos en el mundo material, incapaces de levantar la cabeza a la Trascendencia.

Estas poesías nos ayudan a levantar los ojos al cielo, y cuando nos sintonizamos con Dios nos hacemos más humanos. Esta es la fuerza de los Salmos.

Gumersindo Meiriño Fernández

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