sol.puesta.meirino¡¿Cómo te ha ido la semana!?

Tiene unos cincuenta años. Me comenta de sus hijos y sobrinos “Los jóvenes de hoy no piensan en el futuro solo viven de día en día, así beben y beben, no piensan en las repercusiones. No los entiendo”.

Vivir el hoy, carpe diem decían los clásicos, porque no puedes asumir el pasado, porque temes el futuro, porque no te preparas para lo que viene, es de cobardes.

También lo es aislarse en el pasado viviendo de recuerdos.

Vivir el momento presente con plenitud es algo reservado para los grandes.

Pero mirar hacia atrás para ver lo grandioso del pasado es alimento y acicate, en ocasiones puntuales, para vivir el presente de forma plena.

¡Vaya juego de palabras!

El pueblo de Israel cuando era infiel a Dios se perdía del camino auténtico era invitado por Moisés y los demás profetas a mirar la historia, recordando cómo Dios lo había rescatado de la esclavitud, de las maravillas y milagros que el Señor Yhavé había hecho con él. Esa evocación del pasado grandioso renovaba su fe, les afianzaba para cumplir la voluntad de Dios en el hoy.

Guarda en el corazón las palabras que te motivan, los pensamientos que te alientan, los momentos que te animan a vivir en plenitud cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo….

Dios es grande, es el creador. Mira el cielo, las estrellas. Observa las obras maravillosas que ha hecho.

Y renueva tu ilusión por vivir con plenitud cada momento.

No temas, estás en buenas manos. En las manos de Dios Padre y Madre.

Lo que viene será mejor, siempre para bien, para los que viven con plenitud el presente, agradecen lo aprendido en el pasado y preparan con amor el futuro.

Hasta la semana que viene bendiciones para ti y para tu familia

Gumersindo Meiriño

 

SALMO 76
Recuerdo del pasado glorioso para vivir en plenitud el presente

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2Alzo mi voz a Dios gritando,
alzo mi voz a Dios para que me oiga.

3En mi angustia te busco, Señor mío;
de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
4Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.

5Sujetas los párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
6Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
7de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:

8«¿Es que el Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
9¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
10¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,
o la cólera cierra sus entrañas?»

11Y me digo: «¡Qué pena la mía!
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!»
12Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
13medito todas tus obras
y considero tus hazañas.

14Dios mío, tus caminos son santos:
¿qué dios es grande como nuestro Dios?

15Tú, oh Dios, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
16con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.

17Te vio el mar, oh Dios,
te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.

18Las nubes descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.

19Rodaba el estruendo de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.

20Tú te abriste camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas:

21mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón.