Evangelio según San Juan 17,20-26.
Jesús levantó los ojos al cielo y oró diciendo:
«Padre santo, no ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí.
Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno -yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste.
Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste.
Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos».
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Reflexión:
“Que todos sean uno, como tú Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros”
Quizás sea una de las frase más repetidas en ambientes cercanos a la mística y en ciertos ambientes religiosos; “todos somos uno”.
Esta frase dicha por Jesús hace dos mil años, es algo que está en el ambiente místico de Oriente, miles de años antes y que, incluso, hoy en día parece firmar con certeza la física cuántica.
Ahora ya sabemos cómo podemos mejorar el mundo, a nivel físico, a nivel psicológico e incluso a nivel espiritual.
Empezando por uno mismo.
Cuida los pequeños aspectos materiales que tienes entre manos.
Sé consciente de tus pensamientos.
Únete en meditación y oración a todos los seres que tienen buena voluntad, de cualquier religión o cultura.
Envía “sangre pura y limpia al torrente sanguíneo del Universo”.
Todos vamos en la misma barca que es el universo, no solo los humanos, todo lo creado va unido en esa barca.
Es la nueva arca de Noé, en la que no solo van los humanos y los animales, sino las plantas, las montañas, las estrellas…, hasta el más pequeño de los marineros es importante.
Recuerda que también el malvado es tripulante, hace agujeros negros en el navío. Te ayudará a estar atento y preparado ante los posibles embates del tiempo y las tormentas.
El viento sabio que mueve el Gran Arca del Universo es el Espíritu, por eso no dejes de decir con el corazón:
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de Sabiduría. Amén.
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Oraciones finales
¡Espíritu Santo envía sobre mí, sobre mi familia, sobre mi trabajo los siete dones para que se haga la voluntad de Dios sobre mí y sobre toda la creación!
Ilumina mi mente para descubrir tu voluntad, fortalece mi voluntad para cumplirla Por Jesucristo nuestro Señor Amén.
¡Oh, María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti!
¡Jesús en ti confío!
Que belleza la reflexión.! Gracias por ayudarnos a seguir adelante… a mostrarnos lo verdadero…. gracias gracias gracias!