Hay muchas leyes que todavía el hombre ignora, que rigen la materia y la vida, y que no son milagros. La psicología y la parapsicología todavía no conocen del todo las fuerzas ocultas que hay en el ser humano. Por eso, la aplicación del término milagro hay que limitarla a aquellos los casos en los que se manifiesta de forma clara que se trata de un hecho sensible e inexplicable.
En El Peregrino Ruso, el autor de este libro anónimo, relata una curación milagrosa en la cual, a pesar de haber una intervención especial, se respetan las leyes de la naturaleza. Dice así:

Un día, me hicieron quedar a comer. La mujer del intendente, una muy amable señora de edad, estaba comiendo pescado asado a la parrilla, cuando, de repente, se tragó una espina. A pesar de todos nuestros esfuerzos, nos fue imposible sacársela; la señora sufría mucho de la garganta y al cabo de dos horas hubo de acostarse. Enviaron a buscar al médico, que vivía a treinta verstas de allí, y yo me volví a casa entristecido.
Durante la noche, como yo durmiera con un sueño ligero, oí de repente la voz de mi starets[1]), sin ver a nadie. La voz me dijo: -Tu patrón te curó a ti, y tú ¿nada puedes hacer por la intendente? Dios nos mandó compadecernos de los males del prójimo.
-De buena gana le ayudaría, pero ¿cómo he de hacerlo? Yo no conozco remedio alguno.
-Esto es lo que has de hacer: esa señora sintió siempre gran repugnancia por el aceite de ricino, cuyo solo olor le produce náuseas. Ve, pues, y dale una buena cucharada de ese aceite; con esto la señora vomitará, la espina saldrá fuera y además el aceite le suavizará la herida de la garganta y sanará.
-¿Y cómo podré yo hacerle tomar el aceite, si tanto horror siente por él?
-Pídele al intendente que la tenga bien por la cabeza, y échale por la fuerza el líquido en la boca.
Me desperté y fui inmediatamente a casa del intendente, a quien le conté todo al detalle. Él me replicó: -No sé para qué podrá servir tu aceite. Mi esposa tiene ya fiebre y delira, y su cuello está muy inflamado. Mas si quieres probar tu remedio, puedes hacerlo; si el aceite no hace bien alguno, tampoco hará ningún mal.tapa libro Reiki Crístico con bordes
Echó el intendente aceite de ricino en un vasito, y al fin pudimos conseguir hacérselo tragar. Inmediatamente tuvo un fuerte vómito y echó la espina con un poco de sangre; se sintió mejor y se durmió profundamente.
Al día siguiente, por la mañana, volví para ver cómo iban las cosas, y la encontré con su marido tomando el té; estaba admirada de su curación y sobre todo de lo que me había sido dicho en sueños acerca de su repugnancia por el aceite de ricino, porque nunca habían hablado de eso con nadie. En aquel momento llegaba el médico; le contó el intendente cómo había sido curada, y yo le referí cómo me había curado las piernas el campesino. El médico declaró que ninguno de los dos casos tenía nada de sorprendente, pues una fuerza de la naturaleza había intervenido en ambas ocasiones
Pero -añadió- los voy a anotar para no olvidarme. -Sacó una pluma de su bolsillo, y escribió algunas líneas en su cuaderno”.
En muchos casos se da una especie de interacción: ocurre una intervención extraordinaria, digamos divina, que ilumina a las personas para seguir el camino que la misma naturaleza le indica. Dios ilumina la mente de estas personas para que actúen de tal forma que su intervención directa no sea necesaria. En muchas ocasiones veremos que Dios utiliza y llama hombres para que sean sus intermediarios y, a través de ellos, realiza signos prodigiosos o milagros. El Reiki Crístico se fundamenta en esta premisa de que los hombres somos instrumentos en las manos de Dios.

[1] Así llama el peregrino a su asesor espiritual que ya había fallecido.

Del libro de G. MEIRIÑO FERNÁNDEZ Y M. BENETTI, Reiki Crístico, La Sanación en el Amor, De Oriente a Occidente, 2005, ISBN 978-987-23370-0-1, pp. 46-47.

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