
El apóstol Pablo de Tarso dice a los habitante de Roma: «Bendecid, no maldigáis«. Esto atañe a todo, a los objetos, a las personas, a las circunstancias.
Bendigamos hoy las velas que encendemos en nuestro hogar, en nuestro trabajo o en cualquier otro ambiente.
En aquel tiempo, Jesús volvió a hablar a los fariseos:
-Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas. sino que tendrá la luz de la vida.
Y en otra ocasión dijo: ««Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto»
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Con la vela encendida o apagada te recoges unos segundos en silencio con las manos juntas sobre tu pecho. Habla con tu ángel de la guarda y pide su protección. A continuación extiende las manos y di.
Oremos:
Oh Dios, fuente y origen de toda luz, que nos has llamado a ser “hijos de la Luz”; tal como Cristo dijo “Yo Soy la Luz del mundo”, dígnate bendecir con tu fuerza esta vela (haces las señal de la + sobre la vela), para que cada vez que la encienda, la Luz del Amor, de la Paz y el Bien brille en mi vida apartando ella y de todos los que me rodean la oscuridad, la tristeza y el odio. Que esta luz encendida prenda en mi corazón y me recuerde y reconozca como “hijo de la Luz”. Amén, Amén, Amén.
Lo mismo al terminar la bendición, haces una oración y agradeces a tu ángel de la guarda.
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