Nunca te has sentido así, diciéndote a ti mismo: “Necesito aire, fuerza, energía para esto, aquello y lo demás….”
Al día siguiente, sin embargo, podrías decir, “estoy como un toro, o como un búfalo….”
La fuerza que necesita tu espíritu, la fortaleza, la energía procede de tu encuentro con Dios, de tu oración hecha con sincero corazón.
¿De dónde sino sacaron semejante espíritu Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Padre Pío, y los grandes reformadores de la historia? ¿De dónde?
“úngete con el aceite nuevo”, dice el salmo, de la fortaleza de Dios. Renueva tu energía, tu espíritu, tu cuerpo, tu mente.
Y después a caminar, sin prisa pero sin pausa, por la vida, sin perder la alegría, ni la esperanza…, recuerda que estás ungido con el aceite nuevo.
Hasta mañana amigo-a, el día tendrá más color con el “aceite nuevo” y “la fuerza de un búfalo”.
Feliz y «ungido» día lunes.
SALMO 92-91
Es bueno dar gracias al Señor
y tañer para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes,
sobre arpegios de cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.
Porque tus enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
12Mis ojos despreciarán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;
en la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.