Decía mi buen amigo el P. Isorna: «el que se enfada o se enoja traiciona su inteligencia».
No te enojes con nada ni con nadie.
No dejes que nada ni nadie te haga sacar lo peor que hay en ti. Si lo hacen, el que pierde eres tú.
Por eso Dios no se enoja más que un segundo, porque es bondad.
Eso no quiere decir que seamos cómplices del mal y de la maldad.
Lo que pasa es que el que se enoja se hace cómplice del mal. El que se enfada multiplica la oscuridad a su alrededor.
Si tienes que enfrentar algo negativo o malvado recuerda hacerlo siempre desde la bondad.
Feliz y bendecido día, sin enojos.
Salmo 30(29),2.4.5-6.11-12a.13b.
Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste
y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.
Tú, Señor, me levantaste del Abismo
y me hiciste revivir,
cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.
Canten al Señor, sus fieles;
den gracias a su santo Nombre,
porque su enojo dura un instante,
y su bondad, toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas,
por la mañana renace la alegría.
«Escucha, Señor, ten piedad de mí;
ven a ayudarme, Señor.»
Tú convertiste mi lamento en júbilo,
¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente!