Entonces Jesús les dijo: Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie os arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos.
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La ancianidad forma parte de la existencia. Este anciano –el del salmo– repasa su vida, agradece y se refugia en Dios.
El anciano no es un desecho de la sociedad. La persona anciana es un alma maestra, a la que se debe escuchar y respetar (eso no supone atarse a él, ni hipotecar tu vida al lado de él).
Analiza tu vida, mira lo que has hecho hasta hoy y refléjate en la oración del anciano del salmo, ¿en cuántas cosas te ves retratado?, ¿en cuáles te gustaría estarlo? ¿Cómo te gustaría que te trataran cuando llegues a ser un anciano, si es que llegas?
Mantra: Siempre he confiado en Ti
Hasta mañana, bendiciones. Paz y bien
Salmo 70 A
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo,
líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame.
Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa,
del puño criminal y violento;
porque tú, Dios mío,
fuiste mi esperanza y mi confianza,
Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno
ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías,
siempre he confiado en ti.
Muchos me miraban como a un milagro,
porque tú eras mi fuerte refugio.
Llena estaba mi boca de tu alabanza
y de tu gloria, todo el día.
No me rechaces ahora en la vejez,
me van faltando las fuerzas, no me abandones;
porque mis enemigos hablan de mí,
los que acechan mi vida celebran consejo;
dicen: «Dios lo ha abandonado;
perseguidlo, agarradlo, que nadie lo defiende.»
Dios mío, no te quedes a distancia;
Dios mío, ven aprisa a socorrerme.
Que fracasen y se pierdan
los que atentan contra mi vida,
queden cubiertos de oprobio
y vergüenza los que buscan mi daño.
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