Por la misma boca salen alabanzas e insultos. Con la misma lengua consolamos o destruimos.
Por eso tenemos que elegir qué decir, cuándo y cómo decir lo que llevamos en el corazón.
No es solo lo qué decimos.
Alaba, bendice,conforta, levanta, anima, alienta, consuela…
No grites, no insultes, no maldigas, no desanimes, no critiques….
A Dios no le engrandece nuestra alabanza, pero a nosotros nos ayuda a saber quiénes somos y en mano de quien estamos.
Alabado sea el nombre del Señor.
Feliz día de santa Lucía, a la que muchos acuden como intercesora de la vista.
¡Ojo con lo que miras y cómo lo miras!
Salmo 148
Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo todos sus ángeles,
alabadlo todos sus ejércitos.
Alabadlo, sol y luna;
alabadlo, estrellas lucientes.
Alabadlo, espacios celestes,
y aguas que cuelgan en el cielo.
Alaben el nombre del Señor,
porque él lo mandó, y existieron.
Les dio consistencia perpetua
y una ley que no pasará.
Alabad al Señor en la tierra,
cetáceos y abismos del mar.
Rayos, granizo, nieve y bruma,
viento huracanado que cumple sus órdenes.
Montes y todas las sierras,
árboles frutales y cedros.
Fieras y animales domésticos,
reptiles y pájaros que vuelan.
Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo.
Los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños.
Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra;
él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Salvaré a Sión y mostraré mi gloria en Jerusalén. Aleluya.