Hoy en el ambiente católico viene a la memoria los cien años de la aparición de la Virgen de Fátima, en un pueblo pequeño de Portugal, a tres niños pequeños, dos de los cuales hoy la iglesia declara santos, Francisco y Jacinta.
Cien años nos parecen mucho, pero “mil años en la presencia de Dios, dice el salmo de hoy, son un ayer que pasó”.
Dios va dejando huellas en la historia y en el tiempo, aunque El está más allá del tiempo y de la historia.
Si suenan tambores de guerra, en tu familia, en tu hogar, en tu trabajo, en tu país, en el mundo…, recuerda hoy hace cien años, una manifestación del Cielo, que nosotros denominamos Virgen de Fátima, pidió unión en la oración para que enviáramos al Cielo, un grito de Paz.
De esta forma nos unimos a esa figura blanca de Fátima, que pidió a los inocentes pastorcitos una oración por la PAZ.
Hoy, cien años después, no dejes que ese grito deje de resonar en tu corazón, en el mundo, en todas partes, por la paz.
Después del salmo puedes ver un vídeo y hacer esa paz conectándote con la imaginación con ese lugar de Portugal, uniéndote a millones de personas.
Día de Paz, bendiciones. Paz y bien.
SALMO 90-89
Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación.
Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios.
Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna.
Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.
¡Cómo nos ha consumido tu cólera
y nos ha trastornado tu indignación!
Pusiste nuestras culpas ante ti,
nuestros secretos ante la luz de tu mirada:
y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera,
y nuestros años se acabaron como un suspiro.
Aunque uno viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan.
¿Quién conoce la vehemencia de tu ira,
quién ha sentido el peso de tu cólera?
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos;
por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Danos alegría, por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas.
Que tus siervos vean tu acción,
y sus hijos tu gloria.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Bendiciones y gracias…