
La confianza en Dios, se basa según el salmista, en que Dios es roca, es refugio y fortaleza.
Pero esta confianza tan fuerte y profunda se realiza en medio de ataques externos, de enemigos poderosos, de circunstancias adversas e incluso con situaciones límites…, pero, a pesar de todo pesa más la confianza en Dios.
¿Tu situación ante Dios varía según varían las circunstancias?
¿Mantienes la misma fe cuando te va bien o cuando la barca de tu existencia es zarandeada por las borrascas de las emociones y las dificultades?
Completo salmo que te lleva como vaivén en los distintos estados emocionales del ser humano.
Hasta mañana.
SALMO 31-30 I
En ti me refugio, Señor:
no quede yo nunca defraudado;
por tu justicia ponme a salvo.
Inclina tu oído hacia mí,
ven pronto a librarme,
sé mi roca de refugio,
mi fortaleza protectora;
tú eres mi roca y mi fortaleza:
por tu Nombre guíame, condúceme;
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi protector.
En tu mano encomendaba mi vida:
y me libraste, Señor, Dios fiel.
Odias a quienes veneran ídolos vanos,
yo en cambio confío en el Señor.
Festejaré, celebraré tu fidelidad,
pues te fijaste en mi sufrimiento,
reparaste en mi angustia.
No me entregaste en poder del enemigo,
afianzaste mis pies en terreno espacioso.
Piedad, Señor, estoy angustiado:
se consumen de pena mis ojos,
mi garganta y mis entrañas;
mi vida se gasta en la tristeza,
mis años se van en gemidos,
por mi culpa decae mi vigor
y se consumen mis huesos.
Soy la burla de todos mis enemigos,
el asco de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un cadáver inerte,
soy como un cacharro inútil.
Oigo calumnias de la turba, –terror por doquier–
mientras, a una, se confabulan contra mí
y traman quitarme la vida.
Pero yo confío en ti, Señor,
digo: Tú eres mi Dios.
En tu mano está mi destino:
líbrame de los enemigos que me persiguen.
Brille tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu amor.
Señor, que no fracase por haberte invocado;
que fracasen los malvados
y bajen llorando al Abismo.
Enmudezcan los labios mentirosos
que dicen insolencias contra el justo
con soberbia y desprecio.