Todos pasamos por pruebas, por dificultades.
Todos saltamos obstáculos, pisamos tierras resbaladizas, nos mojamos los pies en los charcos de los caminos.
Es esencial a nuestro ser finito y material.
Imbuidos en el mundo de lo físico, manchados por el barro de lo cotidiano, sentimos como el salmista de hoy, la angustia, la soledad.
Pero es una angustia pasajera.
Dios está cerca.
Es un salmo hermoso. Es el que quise que diera voz el día de mi Primera Misa, delante de mis familiares y amigos, en la acción de gracias. “Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría”.
Eso es lo que nos causa la angustia, alejarnos de Dios. Retomar el camino de la alegría es acercarnos de nuevo a Dios.
Todos pasamos por pruebas, obstáculos, dificultades…., nada importa si tu corazón siente la cercanía de Dios porque, como dice el salmo, envía la luz y la verdad que te guían al monte santo.
No la pierdas,  no la pierdas, la alegría del corazón, por nada del mundo.
Pasa un día en la alegría. Hasta mañana.

SALMO 43-42

Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.

Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?,
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.

Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío.

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».