En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: « No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.
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Los cantos de alabanza a Dios y a su nombre son frecuentes en la liturgia de cualquier religión, lo son también en los salmos, y en las distintas oraciones y plegarias de cualquier relación con Dios.
Ahora bien, no nos confundamos porque cuando damos gloria al nombre de Dios a El no le añadimos, no le “vendemos” el favor. Acostumbrados, como estamos acá en el mundo que nos movemos, a alabar a alguien para conseguir algo de él, con Dios no es eso, no es eso…, El no necesita nuestra alabanza, cuando la hacemos reconocemos nuestra dignidad de hijos de Dios y quienes crecemos somos nosotros.
Por otra parte al alabarlo no lo haces solo, sino que te unes al universo, a la creación entera, alabar es una oración cósmica.
Afirmación: ¡Alabad!
Hasta mañana, bendiciones
Salmo 147
[¡Aleluya!]
Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos.
Alabadlo, sol y luna;
alabadlo, estrellas lucientes.
Alabadlo, espacios celestes
y aguas que cuelgan en el cielo.
Alaben el nombre del Señor,
porque él lo mandó y existieron.
Les dio consistencia perpetua
y una ley que no pasará.
Alabad al Señor en la tierra,
cetáceos y abismos del mar,
rayos, granizo, nieve y bruma,
viento huracanado que cumple sus órdenes,
Montes y todas las sierras,
árboles frutales y cedros,
fieras y animales domésticos,
reptiles y pájaros que vuelan.
Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños,
Alabad el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra;
él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.
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