Hay algo mágico en el amanecer, en la aurora de cada día.
Es que después de la noche, la luz del día tiene más fuerza, más vigor.
Es algo semejante a la salud; mientras uno está sano, apenas la tiene en cuenta cuando se enferma, ruega con cuerpo y alma por ella. O con cualquier de nuestros sentidos, no damos gracias a Dios por ellos, pero si los perdemos, −vista, oído, piernas, manos…− lloramos amargamente.
Así, pasa con el salmo de hoy, al ser la noche más larga en el hemisferio sur, cuando sale el sol parece que nos alegra de otra manera.
Reconocer lo que Dios ha hecho nos hace redescubrir su grandeza y una de nuestras oraciones no puede ser otra que de agradecimiento.
Si celebras la noche de San Juan, no dejes de ser agradecido y empieza un nuevo ciclo de tu vida con ese profundo sentimiento en tu corazón, de agradecimiento.
Feliz día, feliz noche de San Juan. Para saber más sobre la noche de san Juan haz clik aquí.
Bendiciones

Salmo 30-29

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Señor, Dios mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.

Yo pensaba muy seguro:
«No vacilaré jamás».
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.

A ti, Señor, llamé,
supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?

¿Te va a dar gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme».

Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi alma sin callarse,
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.