Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.
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En el libro del profeta Isaías se cuenta la historia del rey Ezequías. Enfermo grave, acude con fe y humildad a Yahvé y se salva de su enfermedad teniendo por delante quince años más. A partir de esta experiencia Ezequías da gracias a Dios.
Podemos decir con el rey de Judá, -y es la vivencia de muchas personas-, este jaculatoria: la amargura se me volvió paz.
Paz y Alegría. Bendiciones
CÁNTICO DE EZEQUÍAS
(Is 38, 10-14. 17-20)
Yo pensé: «En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años.»
Yo pensé: «Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo.
Levantan y enrollan mi vida,
como una tienda de pastores
Como un tejedor devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama.»
Día y noche me estás acabando,
sollozo hasta el amanecer.
Me quiebran los huesos como un león,
día y noche me estás acabando.
Estoy piando como una golondrina,
gimo como una paloma.
Mis ojos mirando al cielo se consumen:
¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!
Me has curado, me has hecho revivir,
la amargura se me volvió paz
cuando tuviste mi alma ante la tumba vacía
y volviste la espalda a todos mis pecados.
El abismo no te da gracias,
ni la muerte te alaba,
ni esperan en tu fidelidad
los que bajan a la fosa.
Los vivos, los vivos son quienes de alaba:
como yo ahora.
El Padre enseñan a sus hijos tu fidelidad.
Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas
todos nuestros días en la casa del Señor.
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