
Esta vez el salmo habla de Jerusalén como ciudad santa, como ciudad de paz. Y, Lucía, otra vez, no puede dejar pasar la ocasión para ayudarnos a reflexionar sobre lo que trae a la mente la ciudad santa:
– Al final: el problema de Israel y Palestina, tantos años de Guerra, no entiendo. ¿Todo por un trozo de Tierra? ¿Quién tiene aquí la razón? Esta guerra ya había cuando yo era pequeña. No entiendo como en estos días sigue. JERUSALEN ES PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD. Palestina sufre.
Y los americanos apoyan Israel. Y le venden armamento.
¿Por qué no se acaba esta guerra?
Lucía ha hecho la pregunta del millón: ¿por qué no se acaba esta guerra? Y las que ha habido, hay, y, -quizás y lamentablemente- habrá.
Lo primero es que nadie tiene razón, en una guerra, nadie tiene razón. Solo la Paz es la que tiene “la razón” en estos casos.
En segundo lugar, “un trozo de tierra”. ¡Cuántos casos conozco de padres que no se hablan con sus hijos y viceversa o hermanos entre sí! ¿Sabes porqué? Pues, muchas veces, por unos metros de tierra. Me contaban hace poco que una mujer denunció a su hermana, porque no le daba parte del dinero que ganaba por los molinos de viento eólicos. El motivo era que robaban el viento de su finca, que está pegada…
Los salmos –es uno de los motivos por los que no pasan de moda- reflejan bien los movimientos emocionales humanos, las luchas internas: odio- amor; rencor- armonía; venganza- perdón; alegría-tristeza; paz- guerra; avaricia- magnanimidad; codicia- generosidad…
Las guerras no se acaban porque en el algunos corazones gana la venganza, el odio, el rencor, la codicia, la avaricia, la envidia…
Es una lucha en lo más profundo del ser humano.
Lo que sí dejan claro en el trasfondo los salmos –y estoy plenamente consciente de que es así- es que el amor es más fuerte que el odio, que lo todo lo bueno es más fuerte que la maldad…, porque en la base, en el cimiento Dios sostiene todo. Al final siempre la Vida, el Amor, es más fuerte que la muerte.
Querida Lucía, no se acaban las guerras. Tampoco, -no solo ahora, sino prácticamente en toda su historia- en la ciudad de la Paz, en Jerusalén. Aún así, la Paz es mucho más silenciosa y mucho más fuerte que la guerra.
Escúchala en voz del autor: