Río Paraná en Posadas-Misiones-Argentina, hermoso atardecer, imagen de Carlos Nava

En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad.
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Esta primera parte del salmo presenta una situación dramática para el poeta y para la ciudad. Es probable que muchos sentimientos y emociones que leas aquí sean semejantes a los que hayas tenido en algún momento…, angustia, cierta desesperación…
Te propongo que hoy, –dada las situaciones difíciles por las que pasan algunas personas–, hagas una oración o cuando recites el salmo lo tengas presente por alguien que sepas que está pasando por ella, y, dedica un tiempo, –si puedes y es conveniente– a escucharla.
Jaculatoria: «Inclina tu oído hacia mí«.
Bendiciones, hasta mañana.
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Salmo 101 A

Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia .
Inclina tu oído hacia mí;
cuando te invoco, escúchame en seguida.

Que mis días se desvanecen como humo,
mis huesos queman como brasas;
mi corazón está agostado como hierba,
me olvido de comer mi pan;
con la violencia de mis quejidos,
se me pega la piel a los huesos.

Estoy como lechuza en la estepa,
como búho entre ruinas;
estoy desvelado, gimiendo,
como pájaro sin pareja en el tejado.
Mis enemigos me insultan sin descanso;
furiosos contra mí, me maldicen.

En vez de pan, como ceniza,
mezclo mi bebida con llanto,
por tu cólera y tu indignación,
porque me alzaste en vilo y me tiraste;
mis días son una sombra que se alarga,
me voy secando como la hierba.

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