Imagen de Francisco X. Castro Miramontes

Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo os he amado. Permaneced en mi amor»
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Ante el peligro solemos escapar. Ante los embates del mal, ante los «grandes enemigos» del espíritu te conviene refugiarte, protegerte, dejar pasar la tormenta. No huyas. Encuentra un albergue, un cobijo. Al pasar el peligro, retomas tu camino.
En cada estrofa de Adonai resuena fuerte. Y delante de Adonai la mentira no sirve. Sé veraz. Ten en cuenta con quién te juntas.
Decreto: “El Señor (Adonai) es mi refugio“.
Paz y bien

Salmo 11

Sálvanos, Señor (Adonai), que se acaban los buenos,
que desaparece la lealtad entre los hombres:
no hacen más que mentir a su prójimo,
hablan con labios embusteros
y con doblez de corazón.

Extirpe el Señor(Adonai) los labios embusteros
y la lengua fanfarrona
de los que dicen: «la lengua es nuestra fuerza,
nuestros labios nos defienden,
¿quién será nuestro amor?»

El Señor (Adonai) responde: «por la opresión del humilde,
por el gemido del pobre,
yo me levantaré,
y pondré a salvo al que lo ansía».

Las palabras del Señor (Adonai) son palabras auténticas,
como plata limpia de ganga,
refinada siete veces.

Tú nos guardarás, Señor(Adonai),
nos librarás para siempre de esa gente:
de los malvados que merodean
para chupar como sanguijuelas sangre humana.

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