
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:«Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
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Ante el peligro solemos escapar. Ante los embates del mal, ante los «grandes enemigos» del espíritu te conviene refugiarte, protegerte, dejar pasar la tormenta. No huyas. Encuentra un albergue, un cobijo.
Cuando «los enemigos» se hayan ido retomas tu camino.
Decreto: “El Señor (Adonai) es mi refugio“.
Te invito a orar hoy con unas palabras que han sido importantes a lo largo de la historia de muchas personas, que se atribuyen a Ignacio de Loyola y a la que llamé oración Refugio, haz clik aquí.
Salmo 11
Invocación a la fidelidad de Dios
Sálvanos, Señor (Adonai), que se acaban los buenos,
que desaparece la lealtad entre los hombres:
no hacen más que mentir a su prójimo,
hablan con labios embusteros
y con doblez de corazón.
Extirpe el Señor(Adonai) los labios embusteros
y la lengua fanfarrona
de los que dicen: «la lengua es nuestra fuerza,
nuestros labios nos defienden,
¿quién será nuestro amor?»
El Señor (Adonai) responde: «por la opresión del humilde,
por el gemido del pobre,
yo me levantaré,
y pondré a salvo al que lo ansía».
Las palabras del Señor (Adonai) son palabras auténticas,
como plata limpia de ganga,
refinada siete veces.
Tú nos guardarás, Señor(Adonai),
nos librarás para siempre de esa gente:
de los malvados que merodean
para chupar como sanguijuelas sangre humana.
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