Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?» Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!»
El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
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El recuerdo del Éxodo, para el pueblo de Israel es una vivencia esencial. A ella acude en los momentos más fuertes de su historia. En el Desierto Israel dependía de Dios.
¿Nos cuesta entender esto?
No dependemos de nosotros mismos en muchas cuestiones esenciales. Por eso, cuando pasas por esa experiencia fuerte en la que tendrás que ponerte cara a cara, con Dios, en el Desierto; cuando comprendes que estás en sus manos; esa experiencia será la que te oriente cada día, ya no podrás olvidarla, ni necesitarás recordarla porque llevas su sello en el alma, cada palabra, cada acto será manifestación de ese encuentro personal con Dios, que has tenido y sigue vivo. Serás un peregrino de la Luz y del Amor.
Hasta mañana. Paz y Bien.
Salmo 113 A
Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.
¿Qué té pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?.
En presencia del Señor-Adonai se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob,
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.
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