
EN el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el principio junto a Dios. Por medio de ella se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
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En la Palabra está el aliento, el espíritu. En medio del peligro, recuerda siempre esto.
Seguimos con el salmo de las 7 estrofas más uno ((7+1 haz clic aquí)
Las palabras, las que salen de tu boca…, dicen bastante de ti, van cargadas con tu aliento, con tu espíritu. La Palabra de Dios es creadora. Tu palabra es aliento, crea ambientes, crea situaciones.
La Palabra (con mayúscula) es Sabiduría. De ella dice la Biblia: «Es más radiante que el sol y supera a todas las constelaciones; es más luminosa que la misma luz. Ya que la luz cede su lugar a la noche, pero contra la Sabiduría no prevalece el mal«.
Cuida tu palabra.
Jaculatoria: Qué inmenso es tu mandato (¡Palabra!)
Bendiciones, hasta mañana.
Salmo 118 I (65-72)
L
Tu palabra, Señor, es eterna,
más estable que el cielo;
Tu fidelidad, por generaciones,
afianzaste la tierra y está firme:
por tu disposición se mantienen hasta hoy,
pues todo está a tu servicio.
Si tu voluntad no fuera mi delicia,
habría perecido en mi aflicción.
Jamás olvidaré tus decretos,
pues con ellos me vivificas.
Tuyo soy, sálvame,
que busco tus normas.
Me acechan los malvados para perderme,
pero yo medito tus preceptos.
He visto límites en todo lo perfecto,
pero, ¡qué inmenso es tu mandato!
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