EN aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». Otros decían: «Es Elías». Otros: «Es un profeta como los antiguos».
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Es un anhelo profundo del ser humano, la paz del corazón. Esta se puede perder por varias razones, una de ellas por la lengua embustera, por el labio mentiroso. Una buena súplica que mi lengua no hable más de la cuenta, que mis labios no salga nada negativo ni dañino ni palabra de maldad o de chisme… y que mi ángel de la guarda me aparte de toda lengua mordaz y mentirosa.
Así es mucho más fácil no perder ese don que tenemos guardado en el corazón: la paz. Tú, como el salmista, !proclama la paz!
Hasta mañana, bendiciones.
Escúchalo:
Salmo 119
En mi angustia clamé al Señor
y él me respondió.
Señor, líbrame del labio mentiroso,
de la lengua embustera.
¿Qué te dará y qué te añadirá,
lengua embustera?
–Flechas de arquero afiladas
y brasas de retama.
¡Ay de mí, emigrado cerca de Masac,
acampado junto a las tiendas de Cadar!
Habito demasiado cerca
de quien odia la paz.
Yo, ¡cómo proclamo la paz!
¡y ellos prefieren la guerra!
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