Urraca cambiando sus plumas en O Alto do Cebreiro, imagen de Fray Francisco Castro Miramontes

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
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Desea la paz, para ti, para tu familia, para tu pueblo, para tu país, para el mundo… ¡Siembra la paz!… Lo que siembras… cosecharás.
El salmo es un hermoso canto a Jerusalén, más que una ciudad física, es la ciudad símbolo -qué paradojas de la vida una de las que más guerras ha sufrido- de la paz.
Jaculatoria: «¡Vamos a la casa del Señor!».
o también:
¡Qué Alegría!
Hasta mañana, bendiciones.

Escúchalo:

Salmo 121

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor-Adonai»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor-Adonai,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios».

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor-Adonai, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

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