En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
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Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Solos no podemos –recién recibo en el WhatsApp– a veces me siento solo y así no puedo, solos nos podemos.
Y es verdad. Solos –crecer espiritualmente, cargar con nuestra «cruz de cada día»– no podemos, pero con el que hizo el cielo y la tierra, ¡sí podemos! Eso es la fe, ¡sí, se puede!
Te propongo para este día la siguiente jaculatoria del salmo: Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Hasta mañana, bendiciones.
Escúchalo:
Salmo 123
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
– que lo diga Israel -,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrán arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo cielo y la tierra.
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