Entonces Jesús les dijo:»Velad, porque no sabéis el día ni la hora»
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El Salmo 134 A es una vibrante proclamación de alabanza al Señor-Adonai, dirigida a los siervos que sirven en el templo.
Este salmo comienza con una invitación a glorificar el nombre de Dios en sus atrios, subrayando la importancia de la adoración y el reconocimiento de Su bondad. A través de una serie de declaraciones y recuerdos históricos, el salmo enfatiza la grandeza y el poder soberano de Dios, quien actúa con autoridad en toda la creación y ha demostrado Su poder a través de actos milagrosos y juicios. Desde Su capacidad para controlar los elementos naturales hasta Su intervención en la historia de Israel, el salmo destaca cómo Dios ha guiado y protegido a Su pueblo, dándole una heredad en la tierra prometida.
En resumen, este salmo es una exaltación del poder divino y una celebración de la fidelidad de Dios hacia Israel, invitando a todos a unirse en adoración y gratitud.
Jaculatoria:: «¡Alaba al Señor-Adonai, que es grande y poderoso!»
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Escúchalo:
Salmo 134 A
Alabad el nombre del Señor-Adonai,
alabadlo, siervos del Señor-Adonai,
que estáis en la casa el Señor-Adonai,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.
Alabad al Señor-Adonai porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.
Yo sé que el Señor-Adonai es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor-Adonai todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.
Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.
Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
–en medio de ti, Egipto–
contra el Faraón y sus ministros.
Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos;
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.
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