Y le trajeron a Jesús a un ciego pidiéndole que lo tocase. Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: «Ves algo?»
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El dinero, los autos, los coches, las estatuas de los santos, las imágenes de las Vírgenes…, dice el salmo, «tienen orejas pero no oyen, son hechura de manos humanas…«. Son oro y plata…, nada más.
Dios escucha, habla, conversa, es un ser vivo que se mueve en el mundo contigo y, –al mismo tiempo–, trasciende el Universo.
Por eso el corazón puro repite con frecuencia…
Decreto: «Bendecid al Señor«.
Paz y bien. Bendiciones.
Salmo 134 B
Señor, tu nombre es eterno;
Señor, tu recuerdo de edad en edad.
Porque el Señor gobierna a su pueblo
y se complace de sus siervos.
Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
hechura de manos humanas:
tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,
tienen orejas y no oyen,
no hay aliento en sus bocas.
Sean lo mismo los que los hacen,
cuantos confían en ellos.
Casa de Israel, bendice al Señor;
casa de Aarón, bendice al Señor;
casa de Leví, bendice al Señor;
fieles del Señor, bendecid al Señor.
Bendito en Sión el Señor,
que habita en Jerusalén.
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