El salmista, –mirando la historia de su pueblo y la propia biografía personal–, entona un canto de alabanza al nombre de Dios; al mismo tiempo que recuerda las actuaciones de Dios en medio del pueblo de Israel.
Me dices que no entiendes la oración de Alabanza. Y es que no hay que entenderla. Es una vivencia. Si tienes la experiencia de Encuentro con Dios, con la Vida, la Alabanza brota sola, espontánea. Como la del niño pequeño que por primera vez ve la Luna.
La jaculatoria de hoy podría ser esta: ¡Alabado sea al nombre de Dios!
¡Aleluya!
Paz y Alegría Hasta Mañana
Hoy empieza para los católicos una Cuarentena Voluntaria que se denomina Cuaresma, interesante, haz click aquí.
Salmo 134 A
[¡Aleluya!]
Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.
Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.
Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.
Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.
Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
-en medio de ti, Egipto-
contra el Faraón y sus ministros.
Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.
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